Autor: Jorge Luis Picon
e-mail: picone_84@hotmail.com
Profundos desencuentros entre el planeamiento territorial y la práctica de arquitectos y urbanistas están produciéndose en la actualidad. Y cada vez se hace más latente el buscar ideas que consigan la integración y preservación del territorio. De esta condición, la búsqueda debe empezar por asimilar los aportes de las culturas prehispánicas, pues entendieron el territorio de manera magistral.
Las antiguas expresiones culturales, desde su antecedente más remoto en el hombre neolítico, participaron del encuentro con su territorio, bajo el dominio de las deidades, sobrevivieron y construyeron sus vestigios. La acumulación de procesos humanos dentro del espacio vivo, fue lo que configuró las primeras organizaciones de apropiación de la tierra.
Aquella fuente de aprendizaje, que cada manifestación colectiva dejó, puede dar un conocimiento genuino o mítico, acerca de la integración que se consigue con el medio ambiente. Esa labor de conservar y difundir el conocimiento vivo, puede aplicarse desde el modo de vivir o habitar. La configuración territorial que procede de un entendimiento del
modus operandi prehispánico, dinamiza la extracción de los recursos y minimiza su impacto en el territorio. La arquitectura juega un papel relevante en la difusión del estilo de habitar, que se genera desde la recepción de percepciones y teorías sobre los espacios o tipologías constructivas de cierta cultura prehispánica. El urbanismo y el manejo paisajístico deben ser herramientas que involucren respuestas desde la transdisciplinariedad, y reformulen las condiciones con que se opera, en la actualidad, en la gestión territorial en nuestro país.
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